lunes, 19 de abril de 2010

SIDOR y la homologación a sus pioneros jubilados

Como dijo un poeta “El tiempo pasa por demás ligero” y nosotros los jubilados de C.V.G Sidor C.A. seguimos esperando desde 1990 (tan sólo 20 años), que SIDOR cumpla con el contenido de los artículos de la Ley que garantiza la homologación periódica a los jubilados, cada vez que hayan variaciones en los sueldos y salarios por causas inflacionarias u otros motivos. (Ver el contenido del artículo nº 13 de la Ley y 16 de su reglamento, vigentes desde 1986,(Ley del Estatuto sobre el Régimen de Jubilaciones y Pensiones de los Funcionarios y Empleados de la Administración Pública Nacional de los Estados y Municipios). Vale la pena recordarlo:

Artículo nº 13: “El monto de la jubilación podrá ser revisado periódicamente tomando en cuenta el nivel de remuneración el cual para el momento de la revisión tenga el último cargo que desempeñó el jubilado. Los ajustes que resulten de este servicio se publicarán en la Gaceta Oficial de la República.”

Haciendo un poco de historia, desde 1990 solicitamos por escrito y personalmente a C.V.G. Sidor C.A. la homologación al monto de nuestras jubilaciones, siempre con resultados negativos. Posteriormente en 1999 la Cámara de Diputados, nombró una Comisión para analizar el cumplimiento del Contrato de Compra Venta de Sidor. En su primer y en su segundo y último informe la Comisión recomendó a Ternium Sidor la homologación a sus jubilados, informe éste aprobado por mayoría por el Congreso Nacional en diciembre de 1999. Incluso el actual Diputado a la Asamblea Nacional Dr. José Albornoz firmó y formó parte de esa Comisión de1999 como Diputado de la Cámara. Esta recomendación fue vetada por la Gerencia de Recursos humanos de Ternium Sidor. Más tarde el Tribunal Supremo de Justicia el 15 de diciembre de 2005, avaló una sentencia del Tribunal del Trabajo de Puerto Ordaz a favor de la homologación a los jubilados de C. V. G. Venalum C. A. y la hizo extensiva a todas las Empresas del Holding de la Corporación Venezolana de Guayana C.V.G.

Por fin vino la célebre madrugada del 9 de abril de 2008 cuando nuestra Planta Siderúrgica del Orinoco, en aciaga hora subastada, regresó a manos de nosotros los venezolanos, por decisión de nuestro Presidente. Debido a éste acontecimiento, logramos nosotros los jubilados gozar al menos del salario mínimo oficial del Estado.

Pero pese a la recomendación de la Comisión del Congreso en 1999 y la Sentencia del Tribunal Supremo en 2005, nosotros los “hijos de la panadera” continuamos esperando un “milagro”, para que la actual Directiva de Sidor nos otorgue la homologación contemplada en la Ley y que nos corresponde como derecho ganado después de tantos años de esfuerzo y dedicación al trabajo.

A continuación voy a transcribir algunos párrafos de un artículo similar publicado en la Prensa regional en mayo del 2008.

A nosotros y a nuestras familias, auténticos pioneros de Sidor y Ciudad Guayana, llegados de otros lares, nos tocó vivir, sufrir y superar aquellos tiempos difíciles de la década de los años 60 cuando por el ”boom del hierro” colapsaron todos los servicios en la naciente Puerto Ordaz, el histórico San Félix y Ciudad Bolívar, ante el río humano de personas que llegaban en busca de trabajo y nuevos horizontes. Hubo escasez de viviendas, pensiones, hoteles, restaurantes, escuelas, hospitales, bodegas, panaderías, farmacias, transporte, puentes. etc; algunos fuimos enviados a Italia entre 1956 y 1960 para entregar posteriormente toda una vida de labor y dedicación, llevando a cuestas nuestros sueños y los sueños de nuestras familias para labrar así un camino de promisión en la Zona del Hierro conocida hoy como Ciudad Guayana.

Pero ahora…viejos….ochentones…cansados y desilusionados, no recibimos ni siquiera un monto de jubilación que nos permita justificar tantos sacrificios prestados a una causa: La satisfacción del deber cumplido a una Empresa del Estado y una vejez tranquila y segura.

La reivindicación de los derechos no significa “mendigar un salario mínimo” significa la permanente convicción de reconocer nuestros derechos y la Ley que ampara al jubilado, por los años servidos a la Patria en C.V.G Sidor C.A. Es por eso que ésta lucha forjada en 30 o más años de servicio, demanda el cumplimiento de la Ley del Estatuto sobre el Régimen de Jubilaciones y Pensiones en su artículo 13 y 16 de su reglamento.”

Reconozco que últimamente han habido reuniones entre los directivos de Recursos Humanos de Sidor y nuestra Asociación de jubilados ,pero tan sólo han sido promesas y buenas intenciones sin resultados positivos, excepto por un listado que nos fuera entregado con los futuros montos de nuestras jubilaciones para cuando se apruebe la homologación. Y seguimos en espera de próximas reuniones con los nuevos directivos de Sidor.

Señores de la nueva Directiva de Sidor nosotros los pioneros jubilados, colaboramos con el nacimiento de nuestra Planta Siderúrgica del Orinoco, por lo que les pedimos que tomen cartas en el asunto y de una vez por todas hagan justicia. La patria y los jubilados de Sidor os lo agradecerán.

martes, 13 de abril de 2010

Memorias de Vacaciones en "Los Andes"

En una mañana de agosto de 1973, salimos de vacaciones desde Puerto Ordaz, vía Los Andes, en mi carrito “Valiant,” con mi esposa Beatriz y mis cuatro hijos, Virginia, Vilma, Rafael, y Keyla, todos ellos entre 17 y 8 años.

Nuestra primera parada fue en Acarigua, donde llegamos a eso de las cinco de la tarde a casa de un matrimonio amigo, los esposos Rubén Rodríguez y Raflé de Rodríguez, cultivadores de arroz, conocidos de Caracas antes de nuestro matrimonio en 1955. Allí comimos y pasamos la noche en una calurosa acogida recordando anécdotas de aquella Caracas de los años 50.

Al día siguiente, después de un sabroso desayuno criollo, a eso de las 8 de la mañana emprendimos de nuevo el viaje hacia Los Andes por la vía Panamericana para llegar a San Cristóbal y continuar hacia el pueblito de Cordero, llegando a las 5 de la tarde a casa de mi hermana Livia esposa de Don Ramón Chacón.

En ese Pueblito de Cordero transcurrió mi infancia hasta mi salida hacia Caracas en 1943. Allí en Cordero tuve la satisfacción de evocar recuerdos de mi infancia, de hace más de 30 años por ejemplo: Visitar “El Sol de los Andes”, la casa de los Vivas, los restos de el Dique de la Cordera, la iglesia y su plaza, el barrio de La Cruz, los restos del Ingenio de los Chacón (su Trapiche y el trillado de café), la Tienda de Julio Sánchez y su “calentadito”(aguardiente de alambique aliñado con especias).
También como no recordar nuestros juegos de antaño, el trompo, el gurrofío, las metras (pichas o paraparas), las cometas, las chinas o gomeras caza pájaros, las tardes de pesca de sardinas en el río Torbes o la quebrada de la Cordera, las tardes de Semana Santa tocando matraca por las calles del pueblo y por último nuestros carritos de cajas de madera de mi hermano “El Capino” Fruto y yo “El Congo” como nos llamaban nuestros hermanos mayores.
No conocimos los patines, las bicicletas, las tortas de cumpleaños ni los juguetes o regalos por Navidad, pero sin lugar a dudas fue una infancia muy feliz que recuerdo con cariño y emoción.

Don Ramón Chacón, mi cuñado, me comentaba que la tecnología moderna lo había llevado a remplazar la rueda hidráulica que movía el Ingenio, creada por Don Rufo y Don Abelardo su padre y tío, por un moderno motor de gasolina, pero que conservaba la rueda como un recuerdo del Ingenio de antaño.

Mis hijos y los hijos de Livia se hicieron muy amigos y a los pocos días ya hablaban con el típico acento “gocho”.

De Cordero nos fuimos a San Juan de Colón, ciudad ésta donde yo estudié 5º y 6º grado y nos hospedamos en el hotel "Las Palmeras", pues a Colón se le conoce también como la ciudad de Las Palmeras. Allí todavía vivían mis tías Teresa,María Antonia y Ana María de Pacheco, con los primos Pacheco Vivas y otros cuantos primos más. Luego de visitar y alternar con mis tías y primos, mi primera intención fue la de ver la Piedra del Mapa con sus petroglifos y el Colegio Sucre donde estudiaba.
De pronto me encontré frente a una piedra muy pequeña, muy distinta a la piedrota que recordaba a mis doce años; luego fui al colegio Sucre que aún continuaba al lado de la Casa Cural detrás de la Iglesia y el padre cura Párroco me acompaño a visitar las aulas de clase. Mi mayor sorpresa fue ver todavía mis iniciales grabadas en un pupitre pues todavía se conservaban esos rústicos pupitres de madera de los años 30 y 40.

Como estábamos cerca de la frontera era una visita de rutina ir a Cúcuta en la vecina República, nos despedimos de las tías y primos y en tres horas cruzamos la frontera, el bolívar se encontraba a 8 pesos colombianos, fuimos a la zona comercial y nos aperamos de ropa y zapatos de cuero de alta calidad. En esta ciudad fronteriza nació mi hermana Deodá durante el exilio de mi padre al inicio de los años 20 por sus actividades revolucionarias al lado del General Juan Pablo Peñaloza.

De Cúcuta regresamos a san Cristóbal para visitar a mi hermano Pablo José, su esposa Valentina y los sobrinos Vivas Peña: Luis Horacio, Gladys, Pablo, Dheoda y Vladimir.

Nos despedimos de ellos y continuamos rumbo a Cordero para iniciar el regreso a Puerto Ordaz.
Después de unos cuantos abrazos con Livia, Don Ramón y sus hijos emprendimos el regreso vía carretera Trasandina, la cual tiene imborrables momentos para toda mi familia, en las curvas del páramo de La Negra allá por los años de 1926, pasamos por Mesa de Aura y los Mirtos y vimos los maravillosos cultivos de rosas y claveles para llegar a "La Grita" donde nos hospedamos en el Hotel "La Montaña", obra maestra de arquitectura en madera de mi hermano el arquitecto Fruto, éste hotel queda al pié del Páramo del Batallón en las cabeceras de La Grita.

De La Grita tengo gratos recuerdos, allí en el Liceo Jáuregui iniciamos Fruto y yo el primer año de bachillerato cuando vivimos con mi hermano Pablo José, quien tenía al pie de la plaza su célebre "Américan Bar ". Como no recordar los altavoces de Pablo José cuando por una locha los muchachos dedicaban canciones a sus enamoradas en las noches de retreta en los intervalos, el Santo Cristo de La Grita, las misas cantadas con la presencia de los cadetes de la Escuela de Clases con su director el Capitán Rafael Virgilio Vivas, la excursión a la Laguna Negra en la cumbre del páramo del Batallón, el Colegio Santa Rosa de Lima donde estudiaban mis hermanas Deoda e Isaura, etc...

Continuamos el regreso a Puerto Ordaz y me detuve al pié del Páramo de La Negra en un sitio donde se divisaba el espectacular valle de Sabana Grande. Al lado de la carretera en una bodeguita estaba un señor de unos 70 años, me acerqué y le pregunté si era de la región y me respondió que por allí había nacido, entonces le pregunté si había conocido a Don José H. Vivas de cuando construían la carretera y me respondió “como no el tuerto José H. era muy conversador “, cuando le dije que yo había nacido por esos rumbos me respondió “entonces usted nació en una curva llamada La Guacharaca y el otro muchacho nació cuando mudaron el toldo a la curva del Callejón del Verde mucho más arriba y yo conocí a la comadrona que asistió a su mamá y esas ruinas que se ven en esa loma son de una casa muy bonita a donde su mamá venía mucho con toda la muchachada” ; ésta conversación en presencia de mi esposa e hijos me llenó de gran satisfacción ya que estábamos muy cerca del sitio donde nacimos, yo un 24 de octubre de 1926 y Fruto un 21 de enero de 1928.

Continuamos camino y tuvimos la suerte de que estaba nevando cuando llegamos al pico del Águila y toda la serranía estaba cubierta de nieve, algo muy bonito ya que nunca habíamos visto como era caer la nieve. Teníamos planificado ir a Mérida pero mi hija Virginia tenía que presentarse a la Universidad Central para iniciar sus estudios de Arquitectura. Y tuvimos que continuar hacia Puerto Ordaz y así terminaron estas inolvidables vacaciones en Los Andes Venezolanos en agosto de 1973.